El fútbol ya no solo avisa que es imprevisible en el terreno de juego como se ha demostrado en el deprimente Barça que arrancó el verano pasado y la brillante transformación actual de un equipo que dejó el Bernabéu con la boca abierta. Ahora el factor sorpresa se ha trasladado también a los premios. La gala del Balón de Oro de Vinicius la ganó Rodri y lo apretado de la votación final provoca una reflexión para saber que ha pasado para que el brasileño pierda un Balón de Oro que ya tenía debajo de la bota como le restregó a Gavi en la recta final del Clásico.
Vinicius era el mejor de la temporada. Fue decisivo en la mejor competición de fútbol que existe, la Champions, y es verdad que su Copa América se quedó en discreta pero nadie, absolutamente nadie, esperaba que lo perdiese.
Es verdad que Rodri fue el alma y corazón de la España campeona de una Eurocopa de Alemania que siempre quedará para el recuerdo de los aficionados españoles, pero su City cayó en cuartos y ese lance le parecía descartar.
Con lo que nadie contaba es que hubiera un puñado de apoyos antiVinicius y algún que otro antimadridista hayan decidido con un voto oculto la elección. Eso se comentaba en la alfombra roja parisina, más alegría por el chasco a Vinicius que por el alegrón de Rodri.
Ese voto anti, también provocado por una lección de manual. Basta que se dé por hecho que alguien gane para que provoque un rechazo en el elector.
Por último, la no presencia de la expedición del Real Madrid merece una explicación, si es verdad que hubo una encerrona para humillar al jugador y al club se debe denunciar públicamente si no el club blanco debe trasladar a los organizadores que en el futuro no piensen en ninguna candidatura. Que renuncien a cualquier futuro balón de oro. Un señor como Ancelotti no puede dejar en manos de Drogba, su futbolista del Chelsea, la impresionante temporada realizada.
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