Dentro del excelso momento que vive el Barcelona, una gran parte de la culerada se lo está pasando pipa con el Real Madrid. Y no hace falta irse a la afición, dentro del mismo equipo hay síntomas de un exceso de felicidad. La celebración del ayudante de Flick con uno de los goles del Barcelona yéndose al lado del banquillo del Madrid o los gestos que le hizo Gavi a Vinicius rindiendo cuentas de anteriores reyertas. Sólo quedaba que el brasileño se quedara sin su anunciado Balón de Oro en el último minuto. Ha faltado tiempo para que sacaran esa conversación entre Vinicius y Gavi en el césped del Bernabéu en el que el madridista le decía que el lunes se iba a París a por el Balón de Oro.
Se supone que todo es parte del juego. Pero en Barcelona deberían ir con cuidado porque todavía estamos al principio de todo. Es cierto que en Can Barça viven un momento de ensueño, absolutamente inesperado porque nadie podía imaginar esta situación hace un par de meses. Pero es el momento de saber gestionar el triunfalismo. Sin excesos y pensando que aquí nadie ha ganado nada. Porque el Clásico del pasado sábado fue un momento inolvidable para los aficionados, por lo que significaba y por el cómo, pero nadie debe olvidar que son sólo tres puntos. Como los del próximo domingo frente al Espanyol.
Lo del Bayern fue también un subidón, pero anda que no queda Champions por delante. Es el momento en el que los veteranos deben ayudar a los más jóvenes para que no se desmadren; es el momento en el que el entrenador, hasta ahora con un comportamiento ejemplar, siga aportando el seny del que ha hecho gala; y también lo es para que desde la Directiva a nadie se le vaya de las manos este buen momento que vive el Barcelona. Porque esto cambia en un plis plas.
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